Algunas
veces en mi consultorio he ayudado a mis pacientes a diferenciar la vigilia
consciente de algún estado de ensoñación percibido como real.
Nunca
pensé que iba tener que consultar Yo a mi analista por ese tema.
En estos
últimos años volvió a despertar algún interés la crónica del 17 de octubre de
1945, y así, de vez en cuando repaso lecturas de Jauretche, Scalabrini Ortiz,
Félix Luna, Hernández Arregui y últimamente descubrí algo que no conocía, “Mi
Mensaje”, texto atribuido como auténtico de Eva Duarte.
El
domingo último, después de darle de comer a mis hijos que, agotados de sus
andanzas se fueron a dormir, sentado en mi sillón comencé a ver un documental
acerca del 17. Casi de inmediato me adormecí. Bruscamente desperté y ví
sentados frente a mí a una joven menuda, delgada, de pelo rubio y a su lado
otro joven morocho, fornido que me miraban sonrientes…
-
¡Por
fin, viejo! – me dice la mujer.
-
Hace
horas que esperamos – agregó el hombre.
La
sorpresa me atornilló al sillón.
-
¡La
plata está en el escritorio! ¡Llevensé todo lo que quieran pero por favor no
asusten a mis hijos que están durmiendo! – sólo atiné a rogarles.
La mujer
le dice a su acompañante – Che, ¿a éste qué le pasa?
-
Nos
tomó por chorros el nabo – contestó el morocho.
-
No,
pibe! No! Disculpáme si te asusté, yo te voy a explicar – dijo la rubia.
-
Perdón…
¿ustedes no son ladrones?
-
No,
pibe.. no! Te cuento… me dieron tu dirección, me dijeron que sos un tipo
confiable y sólo quiero hacerte un par de preguntas…
En ese
momento, caí en la cuenta que estaba soñando y como parecía interesante el
suceso decidí no despertarme. Para seguir con el juego, me repuse rápidamente,
asumí mi rol de psicoanalista y le dije:
-
Bueno,
comencemos… digame ¿qué suceso recuerda de su infancia?
-
No,
pibe.. de mi pobre vieja si querés te cuento otro día. Arriba me dijeron que
vos la tenías clara. Sólo dos preguntas.
-
¿Arriba
dónde? ¿Los del quinto piso?
-
No,
viejo… ¡Sos duro vos, eh! No te acordás del Padre Luis, el que te enseñó el
catecismo? Muerte – Juicio – Absolución o Condena. Bueno, ¿Sabés qué?, es todo
cierto nomás. Pero como allá tienen todo el tiempo del tiempo no hay apuro, ¿viste?.
-
Alto
– dije yo – No nos presentamos. Yo soy el licenciado Di Bello. ¿Con quién tengo
el gusto?
La mujer
rubia dijo: - Yo soy Eva Duarte. Para algunos Evita. Él – refiriéndose al
hombre- es Jorge, mi ángel guardián. Me lo pusieron para que no me piante,
viste? Es que extraño tanto que siempre quiero volver…
Detrás
del sillón en un estante de la biblioteca hay varios retratos. Uno de ellos es
esa foto de perfil, el pelo suelto, la sonrisa eterna… Miré atentamente a mi
visitante. Era ELLA.
Octubre.
Viejas crónicas, documentales y ginebra producen milagros así que me esforcé
por no despertar.
Con
fingida naturalidad le dije – Te prometo que yo contesto lo que quieras saber a
cambio de que vos me contestes alguna pregunta a mí.
-
Me
parece bien, che. La cosa es así. El famoso juicio consiste en evaluar qué hizo
cada uno por los otros el tiempo que
le tocó vivir. El infierno es, en realidad la eternidad del olvido. En el
paraíso te sostiene el recuerdo de otros, de los otros por quienes hiciste algo
alguna vez.
En el 2003 estaban por terminar las audiencias de mi caso
y cuando parecía que me iba hacia la nada, apareció la pareja del sur y se
volvió a escuchar allá arriba el rumor de mi nombre.
Quiero saber si a Cristina le importan sinceramente mis
nuevos-eternos grasitas-descamisados y además por qué hay tanta expectativa por
las próximas elecciones.
-
Eva:
Creo que nadie después de vos se ocupó tanto de los argentinos más débiles y
desprotegidos, nadie luchó tanto contra el prejuicio y la discriminación y por
la promoción de derechos de los socialmente excluídos sin esperar
reconocimiento o recompensa, y las elecciones del 2015 son decisivas porque el pueblo argentino decidirá si asume el
desafío de luchar por su lugar en el mundo como nación soberana o acepta el rol
de dependencia incondicional que los poderosos de afuera y de adentro pretenden
imponerle. ¿Se entendió?
-
Clarísimo
– asintió Eva.
-
Bueno,
Eva… lo prometido es deuda. Contáme vos ahora ¿cómo viste el 17 de octubre de
1945 y por qué te interesa tanto la memoria, que no te olviden?
Después
de una larga pausa Eva contestó:
-
Yo
creo que el 17 no fue una explosión espontánea de gente temerosa y acorralada
por la posibilidad de perder beneficios sectoriales.
El 17 es el final del combate iniciado por
ÈL, mi amor, mi hombre…
Mi coronel y sus camaradas del ejército, que no eran
muchos, contra el régimen oligarca, explotador
y entreguista que oprimía a la
Patria , mataba de hambre, enfermedad, tristeza y humillación
a nosotros… los pobres de la ciudad y del campo, la mayoría del pueblo humilde
y trabajador.
Yo lo conocí a Perón en enero de 1944. En seis meses de
actividad en la Secretaría
de Trabajo había acorralado al podrido régimen oligarca.
ÉL y sus camaradas más firmes y patriotas transformaron el golpe de Estado de
1943 en una revolución nacional y popular.
Entonces se formaron dos bandos: los oligarcas, los patrones
nacionales y extranjeros, las clases medias, los universitarios, los docentes,
los radicales, los socialistas, los comunistas, la embajada yanqui, todos juntos contra Perón.
En el otro bando formábamos nosotros, los pobres, los
excluidos, el pueblo humilde y trabajador, los hombres de FORJA, algunos
socialistas, algunos anarquistas, algunos radicales y hasta conservadores hubo,
militares patriotas, intelectuales honestos, estrecharon fila junto al Pueblo,
junto al Coronel, a Mi Coronel…
Después de varios intentos, el bando del antipueblo pudo
expulsar a Perón del gobierno el 9 de octubre de 1945. Y tres días después
mandarlo preso a Martín García. Sorpresa, amargura e indignación para mi y mi
pueblo en esos días.
ELLOS, los de siempre, la raza maldita de los explotadores festejaban,
se frotaban las manos, soñaban volver todo para atrás, suponían que todo había
terminado.
Su inmenso desprecio por el pueblo no les dejó ver la
realidad.
La supuesta calma tapaba el estado de asamblea gigantesca
que vivió el pueblo en esos días y cuando todo parecía perdido, la noche del 16
y madrugada del 17 no hubo necesidad de orden alguna, en la cabeza de cientos
de miles estalló la consigna: Todos a la Plaza.
“No desesperes Patria Hermosa
Con mi cuerpo y con mi alma
Yo te daré
Te daremos, los pobres de mi
tierra,
Una cosa
Una cosa con P
PERÓN”
Y así comenzó la vida nueva para millones de argentinos. ¿Me
pude hacer entender?
-
Clarísmo
Eva, gracias…
-
También
querías saber lo de la memoria.. ¿no?. Sabés que, José María, a veces pienso
que pido demasiado, que soy una engrupida…
-
¿Cómo
es eso?
-
Cuando
volví del viaje a Europa me terminé de convencer que Dios me había puesto donde
estaba, no para gozar de los placeres del poder, sino para ser un puente entre
los más humildes, los más pobres, los más débiles y el conductor del pueblo: el
presidente Perón.
Y asi fue que guardé los trapos, los sombreros, los
peinados y salí a buscar…a conocer a mi pueblo y entonces vi que aunque la
revolución avanzaba rápido, la pobreza, las desgracias, las privaciones de los
más humildes eran tantas, que faltaba tiempo y sobraban necesidades.
Le conté a ÉL, al presidente, el proyecto de la Fundación. Estuvo
de acuerdo y me dio todo el apoyo posible. Me dejó hacer, actuar, meter mano
donde pudiera.
Nunca amé tanto a un
hombre como en esa época.
Y vi que millones compartíamos el ser amado pero no fui
celosa. Nunca más pude ser yo, fui, sentí, sufrí los dolores de Cristo en los
cuerpos atormentados de mis hermanos.
Todo el tiempo del mundo no alcanzaba para todo lo que
había que hacer.
Vos sabés que me fui pronto de la lucha, pero ojo.. no fue
por abandono. No pude con el cáncer, con todo lo que quería hacer…
-
Entiendo…
entiendo… Pero vos… ¿querés estar en los libros de historia?
-
-
No,
mi amigo…. Yo sólo quiero que en el alma de las nuevas generaciones de
argentinos haya un pequeño lugar para el recuerdo de una mujer que hizo todo lo
posible por ayudar a su pueblo y que aquella vez su pueblo la llamó simplemente
Evita.
¿Será mucho pedir?
-
No,
creo que no… Te prometo que le contaré a mis hijos y a los hijos que de mis
hijos vengan…
No te olvidaremos…
-
Eva,
Eva… - dijo el ángel guardián – está amaneciendo, vamos que es tarde…
-
Es
cierto, José María… tengo que llegar antes que pasen lista… Otra noche podemos
encontrarnos…
-
No
faltará oportunidad – agregué cortésmente. Y los acompañé en el ascensor para
abrir la puerta de calle.
-
Hasta
pronto – me dijo Eva.
Subí,
entre a mi casa y me dispuse a despertarme.
Preparé
el desayuno para los chicos, se fueron a la escuela, preparé mis cosas para el
largo día que me esperaba… Al bajar me cruzo con Roberto, el encargado que me
saludó y me dijo:
-
José
María.. no sabía que atendías tan temprano. Una pregunta… ¿Esa chica rubia es
alguien de la tele, no? Le vi cara conocida pero no sé de dónde la conozco…
Con el
licenciado Van Helsing, mi analista, seguimos estudiando el suceso…
José
María Di Bello
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